Plumas con Fuente

¿Democracia o no democracia el 1 de junio?


Por: Óscar Tamez

El uno de junio se votará por primera vez a quienes imparten la justicia en este país, es un ejercicio sui géneris, inédito, faccioso, pero sobre todo, no es democrático.

La democracia exige que los electores sufraguen en libertad, en justicia y en igualdad; también demanda legitimidad, ¿se cumplen estos valores de la democracia?

El simulacro electoral del primer domingo de junio será histórico, no sólo por ser inédito, sino por estar ajeno a la democracia y los valores que la sustentan, sí será una selección, con presencia en las urnas donde se escogen candidatos de entre un buffet de ellos, pero como en los buffet, elegir platillo no lo hace un ejercicio democrático.

El uno de junio no se votará en libertad. Hay grupos políticos, sindicatos, actores gubernamentales y otros poderes políticos, sociales y fácticos quienes harán lo necesario para que sus prospectos ganen la selección, que no elección.

No se puede hablar de libertad cuando de entre los cientos de candidatos no se conocen sus perfiles, propuestas y proyectos, es difícil hablar de libertad cuando se camina a ciegas hacia la urna; la manipulación de los electores que acudan será igual a la del buffet, quien parezca más atractivo o el predeterminado serán por quienes se vote.

Tampoco se cumple el valor de la igualdad democrática. Desde el inicio hay disparidad. Cierto que los inscritos en la contienda tuvieron las mismas oportunidades para participar (de papeleo y requisitos), no es verdad que en la contienda tengan igualdad de oportunidades.

No hay igualdad en la contienda porque a algunos los impulsan desde la 4T y a otros hasta los atacan, a unos les organizan mítines y a otros ni agua les ofrecen.

La autoridad electoral está «pintada», como coloquialmente se dice de alguien que no resuelve conflictos. La igualdad entre contendientes no existe ni tampoco entre los electores quienes, al no contar con las mismas oportunidades de información, de conocimiento del proceso, de acceso a las urnas y otras características, simplemente quedan unos, en desventaja frente a otros.

El valor de la justicia (legalidad) del proceso es cuestionable. Se puede afirmar que es legal pues la Constitución y leyes secundarias se modificaron a modo para que el proceso fuera dentro del marco de la ley. Aplica eso que llaman «democracia a modo», «dictadura democrática» o «simulación legal de la democracia».

La existencia de candidatos a quienes les pueden quitar su triunfo porque son inelegibles, deja en condición de ilegal a un momento del proceso pues esa persona, gane o no, le quita un espacio o votos a otra persona quien pudo haber ganado.

Que la autoridad reconozca la existencia de candidatos inelegibles deja por los suelos la legalidad y la legitimidad del proceso.

La democracia requiere cumplir con los tres valores jurídicos: libertad, igualdad y justicia o legalidad; pero también está el valor de la legitimidad.

Si a una consulta popular se le pide el 30 o 40% de afluencia para hacerla legal, ¿podemos considerar legítima una elección donde se estima una asistencia menor al 20% de electores en las urnas?

No es legítima la elección próxima del poder judicial por dos motivos: no se espera gran afluencia en las urnas y el conteo de votos será opaco, alejado de los ciudadanos, en lo oscurito, en las sedes distritales del INE.

A menos que haya cámaras en vivo y observadores no a modo en los conteos, el ejercicio democrático nace viciado y termina siendo un proceso sin mayor trascendencia democrática, un momento de «dictadura democrática».